A lo largo de los años la
atención a las personas con discapacidad ha ido evolucionando. El informe
Warnock (1978) y la Declaración de Salamanca (UNESCO 1994) hablan por primera
vez de conceptos como necesidades
educativas especiales e integración.
El concepto de integración fue forjándose a lo largo de los años y evolucionando,
hasta el año 2000, en la Conferencia Internacional de Educación de Dakar, donde
se hablaría por primera vez de educación
inclusiva.
Se pasa de esta forma de un
modelo rehabilitador que tiende a normalizar al alumnado a un modelo social que
defiende y se apoya en una educación inclusiva.
Somos conscientes, que es
mucho el camino que se ha recorrido, pero debemos seguir avanzando. Las
personas con discapacidad son, ante todo, personas,
todos tenemos limitaciones y por ende, somos distintos.
Cuando hablo de diversidad
me gusta utilizar esta frase que leí y que refleja realmente la variedad de
nuestras aulas: “Los bosques serían
demasiado silenciosos si solo cantaran los pájaros que mejor saben hacerlo”.
Esta variedad hace que los maestros debamos adaptarnos a cada uno
de nuestros alumnos y ofrecerles así, la ayuda y el apoyo que necesiten en cada
momento para formarse como persona. Me quedo con un pequeño fragmento extraído
del texto de “Una escuela para Juan” que resume perfectamente el papel que debe
desempeñar un docente ante esta diversidad de alumnado. Dice así:
“… que le ayudemos; y que
lo hagamos a conciencia, con el compromiso adquirido como docentes de guiar
hacia una vida plena a quienes se educa. Que entendamos que el proceso
permanente de avance en la comprensión de la misión de educar no puede ser, no
debe ser nunca un freno para el acto en sí de educar. Que no nos perdamos en
elementos formalistas, que no nos sumerjamos en lenguajes sin ancla en la
realidad; que la forma y el lenguaje sean expresión de un compromiso real y
permanente con la realidad de niños y niñas como Juan; un compromiso que impulsa a la
acción..”
Sin duda como docentes de
alumnos con necesidades educativas especiales debemos asumir un compromiso aún
mayor. Ofrecerles todo lo que esté en nuestras manos con la finalidad de
dotarlos de habilidades que le permitan desarrollar una vida lo más normal
posible.
Esto implica centrarnos en
los aspectos fundamentales, que en mi opinión personal serían los siguientes:
- Dotarlos de un sistema de comunicación que les permita desenvolverse en su medio (ya sea verbal o no).
- Una vez que nuestros alumnos vayan adquiriendo una forma de comunicarse, habrá que dotarlos de unas habilidades sociales que les ayuden en su día a día.
- Por supuesto y no menos importante, el trabajo con las emociones resulta fundamental. En el caso de alumnos TEA u otros alumnos con discapacidad intelectual, encontramos grandes dificultades para el control y comprensión de emociones. Este trabajo dará resultados en la conducta, mejorando ésta y permitiendo un mayor desarrollo personal e incluso social.
- Por último, y centrándome en el caso de alumnos TEA, quisiera hacer hincapié en la integración sensorial. Recordando que son alumnos con grandes desajustes sensoriales y que en ellos se encuentran la causa de muchas de sus conductas. Esto puede servirnos de intervención conductual, con el fin de eliminar esas conductas y posibilitar autocontrol y autorregulación.
Nuestro objetivo como
maestros, es darles la capacidad de ser autónomos, capaces de elegir, tomar
decisiones y de enfrentarse a su vida diaria. Por tanto, debemos buscar metodologías en las
que primen el aprendizaje significativo y por supuesto, la individualización de
la enseñanza porque “SI UN NIÑO NO
APRENDE DE LA MANERA QUE LE ENSEÑAMOS, QUIZÁS DEBERÍAMOS ENSEÑARLE DE LA MANERA
EN QUE EL APRENDA” (Ignacio Estrada).
Para terminar me gustaría señalar que todo ello se consigue con un trabajo en equipo, contando con la colaboración de la familia y todos los profesionales que trabajan con el acnee.
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